martes, 12 de julio de 2016

Perdí tu dirección



I

Buenos Aires, noviembre veintiséis.
Querido Pablo:
Perdí la dirección donde escribirte
y en Chile han contestado,
que te fuiste ¿quién sabe por qué rumbo?
Domicilio ignorado.

Como tengo muy claras tus palabras:
""Si llega una tristeza,
escríbeme una carta, yo te espero,
te espero simplemente donde sea"".
Ya ves, querido Pablo, es el momento
de cumplir tu promesa.

No te voy a contar como otras veces
mis pequeñas audacias.
Es más duro esta vez y más difícil;
huele a muerte en el aire y en el agua,
ya en tus versos se agita la advertencia
contra viejos fantasmas.

Cuando dije tu nombre, algunos hombres
me han mirado torcido
y me duele decirte que has logrado
tu increíble diploma de prohibido;
que de todo lo bueno, sólo dejan
tu nombre y tu partido.


II

Es hiriente pensar que fuiste tanto
y te dejan tan poco.
No respetan el himno de tus versos,
los hallan peligrosos.
En un mundo de ciegos se sospecha
del que estrena sus ojos.

Aprovechan que estás en ese viaje,
se adueña de tu tierra,
te despojan de cielo y de paisaje,
te limitan, te niegan y te encierran
en la absurda frontera de su miedo,
por miedo a tu bandera.

Y se olvidan de todos los sonidos
de tu canto profundo.
De la magia de amor que te rondaba,
de la fuerza sensual de tus impulsos
De ese grito sin patria, luminoso,
tan nuestro como tuyo.

Han matado al poeta por el hombre,
sacrilegio suicida,
gesto clásico y práctico del cuervo
que a la muerte la vuelve su comida
y alimenta con muerte su existencia,
por salvarse la vida.


III

Siento angustia y me quedo con mi rabia,
ya no tengo consuelo
para tantas infamias moralistas
impuestas por decreto,
para tantas amnesias convenientes,
censurando los vuelos.

Perdí la dirección donde escribirte,
pero ya no me importa.
Me he quedado sin ti, por el camino,
sin tu luz, sin tu voz y sin tu sombra,
pero sé que tu ausencia, aunque no quieran,
será una ausencia corta.

Donde tengas tu nuevo domicilio,
mi tristeza y mi carta
llegarán a tus manos enseguida,
instantáneo dolor en telegrama.
Mientras yo las escribo van de a poco
sosegándome el alma.

Hasta pronto querido amigo mío,
volveremos a vernos,
cuando encuentre en la calle tus verdades,
cuando estallen pasiones en mi cuerpo,
cuando todo lo hermoso de este mundo,
me repita tus versos.

Alberto Cortez

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